¿Qué es el líder?
El líder es aquella persona que
es capaz de influir en los demás.
Es la referencia dentro de un grupo (ya
sea un equipo deportivo, un curso universitario, una compañía de teatro, el
departamento de una empresa, etc.).
Es la persona que lleva "la voz cantante" dentro del
grupo; su opinión es la más valorada.
El liderazgo
no tiene que ver con la posición jerárquica que se ocupa:
Una persona
puede ser el jefe de un grupo y no ser su líder y, al contrario, puede ser el líder sin ser el jefe.
El jefe decide lo que hay que hacer en
virtud de la autoridad que le otorga su posición jerárquica.
El líder, sin disponer necesariamente
de esta autoridad jerárquica, tiene también capacidad de decidir la actuación
del grupo en base a la influencia que ejerce, que viene determinada por la
"autoridad moral" que ejerce sobre el resto del equipo.
A los miembros del grupo les inspira
confianza saber que al frente del mismo se encuentra el líder.
Lo que caracteriza al líder es su habilidad para conducir equipos:
Consigue que
cada miembro trabaje y aporte lo mejor de sí mismo en
la lucha por alcanzar un objetivo común (sea ganar el campeonato, mejorar los
resultados de la empresa, ganar las elecciones políticas, etc.).
Además de esta capacidad innata para
gestionar equipos, el líder se caracteriza también por su visión de futuro.
Es una
persona que mira al largo plazo, que marca unos objetivos muy
ambiciosos para la organización y que consigue ilusionar a su equipo en la
búsqueda de los mismos.
El líder anticipa los cambios, se adelanta a los competidores.
Una persona que no tuviera esta visión
de futuro podría ser un buen gestor, un buen coordinador, pero nunca un
auténtico líder.
En las metas que plantea el líder persigue tanto el bien de la empresa como el
particular de cada uno de sus miembros.
Consigue así
que las personas se identifiquen con las metas marcadas,
que las hagan propias y luchen por ellas con todo el empeño.
Una persona a la que tan sólo le
preocupara su bienestar futuro difícilmente podría ser el líder de una
organización. Esta terminaría por rechazarlo.
Una vez que el líder tiene definida su
visión de futuro, luchará con auténtica
pasión para lograr los objetivos.
El líder representa para el resto del
grupo un auténtico ejemplo de
dedicación, de entusiasmo y de coraje.
Una persona que tuviera una gran visión
de futuro pero que careciese de capacidad de ejecución podría ser un buen
estratega, pero nunca un líder.
Por último, hay que señalar que no es líder quien quiere sino quien puede.
Para ser líder hay que tener unas
cualidades personales muy sobresalientes que no todo el mundo posee.
Algunas personas poseen esas cualidades
de manera innata, aunque también se pueden adquirir a través del aprendizaje y
de la experiencia.
¿El líder nace o se hace?
Es una pregunta que surge siempre que
se aborda el tema del liderazgo.
La opinión generalizada es que hay líderes que nacen con capacidades innatas y hay otros que se van formando en su
desarrollo profesional.
Las habilidades innatas favorecen el
desarrollo del líder, pero a veces
resulta más determinante la formación que uno va adquiriendo y la experiencia que va acumulando.
Hay técnicas
de liderazgo, de toma de decisiones, de conducción de equipos,
de motivación, de comunicación, etc. que el líder tiene que conocer y dominar.
Hay que señalar la importancia de
asistir a seminarios sobre
liderazgo, así como la lectura de libros sobre la materia.
También es de gran utilidad conseguir
un feed-back del grupo para ver
qué se está haciendo bien y donde hay que mejorar.
El ir
asumiendo responsabilidades, tomando decisiones, solucionando problemas,
haciendo frente a situaciones difíciles, permitirá ir forjando a un auténtico líder.
Por este motivo, no es bueno "super-proteger" a las
personas en su desarrollo humano y profesional. Es importante que desde
pequeño vayan conociendo el valor del esfuerzo, que se vayan enfrentando a
ciertas "dificultades", en definitiva, que aprendan a desenvolverse
por la vida.
Hay que
favorecer que los empleados vayan asumiendo competencias
y que se vayan acostumbrando a enfrentarse a problemas. Se trata de irlos
preparando para que en un futuro sean capaces de tomar las riendas de la
organización.
La
preparación y la experiencia son aspectos que hay que cuidar en la
formación de toda persona y es conveniente empezar a hacerlo desde su juventud, para ir desarrollando sus
capacidades de liderazgo.
Otro aspecto esencial para poder
ejercer un buen liderazgo es conocer en
profundidad el terreno en el que uno se mueve.
El líder de una empresa puede jugar un
papel secundario en un club de tenis (por ejemplo) del que sea socio si sus
conocimientos de este deporte, de cómo funciona su entorno, etc., es limitado.
No obstante, el líder no tiene porque ser un especialista en la materia, pero
si tendrá que tener una formación
sólida e integral, que le permita tener ideas muy claras y un
conocimiento global de la actividad que desarrolla (sea ésta empresarial,
deportiva, cultural, etc.).
El liderazgo
se basa en un reconocimiento espontáneo por parte del resto del equipo,
lo que exigirá dar la talla,
estar a la altura de las circunstancias. Si el grupo detecta en él carencias
significativas terminará por rechazarlo.
Los subordinados entienden que el líder
no tiene por qué conocer hasta el último detalle de cada asunto (para eso están
los expertos), pero sí esperan de él un conocimiento suficientemente sólido
Visión de
futuro del líder
En un mundo
tan cambiante como el actual tan sólo sobreviven aquellas empresas que saben
adaptarse a los cambios con rapidez.
Y el saber anticiparlos, el ser capaz
de tomar la iniciativa, constituye una ventaja competitiva de primer orden y
permite que la empresa gane posiciones.
El líder
tiene la habilidad de adelantarse a los acontecimientos.
El líder se
caracteriza por esta capacidad de "ir por delante",
de prever los movimientos del sector. Ello le permite ir tomando las medidas
oportunas para que la empresa se encuentre siempre en primera línea.
Esta capacidad estratégica es captada por
el grupo y en ella se basa gran parte de la confianza que éste deposita en su
líder, en la medida en que entiende que su futuro se encuentra en buenas manos.
El líder se
preocupa del corto plazo de la empresa, pero también,
y muy especialmente, del largo plazo.
El líder no es una persona que en un
momento dado tiene una idea "mágica", sino que su manera habitual de
funcionar es mirando siempre hacia delante, señalando nuevos retos, fijando
nuevas metas.
Es una
persona inquieta, inconformista, soñadora, pero que consigue materializar sus
sueños: tiene una confianza ciega en llegar a lograr sus
objetivos.
El líder es
seguido por el equipo porque genera confianza; su visión de
futuro es exigente, pero creíble y motivadora: genera entusiasmo.
El futuro que
el líder defiende conlleva objetivos difíciles pero alcanzables.
Si su idea de futuro fuera meramente utópica nos encontraríamos ante un
lunático, no ante un líder.
Su visión de
futuro genera un fuerte consenso dentro de la organización.
Debe ser un futuro
que busque el bien de la empresa, pero también el de cada uno de sus empleados.
Si no fuera así, difícilmente conseguiría el respaldo del grupo, y sin este
respaldo difícilmente podría alcanzar sus objetivos.
Por ejemplo, si el gerente de una
empresa busca maximizar el beneficio a base exclusivamente de recortes de
gastos (incluyendo reducciones de plantilla) no es probable que genere excesivo
entusiasmo entre los empleados (el interés de la empresa chocaría con el
particular de cada persona).
Si por el contrario, basará su
estrategia en mejorar la calidad de los productos, buscando un crecimiento del
beneficio empresarial del que se beneficiaran también los empleados, es muy
probable que éstos pusieran todo su empeño en lograr este objetivo.
Aunque el líder es quien señala los objetivos a largo plazo, en su
concreción debe buscar que participen
activamente sus colaboradores con el objetivo de conseguir establecer
unas metas que todo el mundo sienta como propias.
La
organización se siente especialmente motivada cuando lucha por unos objetivos
con los que se identifica (y no vienen meramente impuestos).
En definitiva, esta visión de futuro es lo que distingue a un líder de un simple buen
gestor.
El buen gestor es capaz de conseguir
que los empleados trabajen eficientemente, que se encuentren motivados, que
alcance los resultados propuestos, pero le falta esa visión estratégica que es
básica para asegurar la supervivencia de la empresa.
Liderazgo en cualquier puesto de trabajo
Hay que diferenciar liderazgo de poder jerárquico:
La jerarquía
puede dar poder, pero la autoridad moral sólo se consigue con el liderazgo.
Puede ocurrir
que en un grupo humano el jefe y el líder sean personas diferentes:
El jefe es
aquél que ocupa el puesto jerárquico más elevado, mientras que el líder es quien que goza de autoridad moral
sobre el resto del grupo.
En una situación como ésta, el jefe
podrá dar órdenes que serán acatadas y cumplidas por miedo a posibles sanciones
disciplinarias, mientras que el líder no dará órdenes (no tiene autoridad
jerárquica), pero sus indicaciones, sus opiniones, sus planteamientos, serán
aceptados por el resto de la organización.
Por tanto, hay que dejar muy claro que el liderazgo no es sólo un rol reservado a
la cúpula directiva de una empresa, sino que es un papel que puede ejercer cualquier persona con independencia del
puesto que ocupe.
La capacidad del líder de movilizar al
equipo, de alcanzar los objetivos, de tomar decisiones, de conseguir
resultados, de ser la referencia del grupo, etc., se puede realizar en cada
nivel de la organización.
Cada persona
podrá ejercer su liderazgo dentro de su área de competencia.
Por ejemplo, dentro de una empresa el
primer ejecutivo podrá ejercer de líder, pero también podrá hacerlo el jefe de
un departamento, un comercial, un administrativo, un mecánico, etc.
El primer ejecutivo lo ejercerá sobre
toda la organización, mientras que el jefe de un departamento podrá hacerlo
dentro de su unidad, y el comercial, el administrativo o el mecánico podrán
jugar este papel entre sus compañeros.
Un empleado
que ocupe una posición intermedia o baja dentro de una empresa no tiene por que
limitar su actuación a un mero conformismo o seguidismo, sino que dentro de su
esfera de actuación podrá adoptar una actitud activa, innovadora, luchadora,
inconformista, preocupada por el bien de la organización y motivadora para el
resto del equipo.
En definitiva, puede ejercer un liderazgo tan intenso como si ocupara el primer
puesto del escalafón.
De hecho, una de las responsabilidades del líder de una
empresa es promover este espíritu de
liderazgo en todos los niveles de la organización.
Un líder que no consigue contagiar su
entusiasmo, fomentar sus valores y su modo de trabajar es un líder que en
cierta modo ha fracasado.
Además, el líder tiene la obligación de ir formando nuevos líderes entre sus
colaboradores con vista a que el día de mañana puedan sustituirle.
Liderazgo en la propia vida
Es muy difícil separar totalmente la vida profesional de la vida personal.
No suele ocurrir que una persona sea un
líder en su trabajo y en cambio se comporte de manera conformista, sin empuje,
en su vida privada.
El líder
suele actuar con el mismo nivel de autoexigencia, de búsqueda de la excelencia
y de comportamiento ético en todos sus ámbitos de actuación (profesional,
familiar, personal, etc.).
Los mismos principios de actuación que
aplica en el trabajo (honestidad, dedicación, innovación, decisión,
preocupación por las personas, comprensión, etc.), aplicará en su vida ordinaria.
El líder debe
ser una persona coherente, capaz de mantenerse fiel a sus
principios y de no renunciar a ellos en pro de su carrera profesional.
El líder tiene que ser capaz de defender sus principios aunque
esto le pueda suponer graves contratiempos profesionales.
El liderazgo, el ser capaz de defender
apasionadamente unos ideales, exige una gran solidez en las propias
convicciones, que sólo es posible cuando éstas se asientan en principios
inquebrantables.
Además, es fundamental que el líder
mantenga una vida equilibrada,
dedicando tiempo no sólo a su vida profesional, sino también a su vida personal
y familiar.
El liderazgo conlleva tal nivel de
responsabilidad y de presión, requiere tanta ilusión y optimismo, demanda tanta
persistencia y dedicación, exige tanta capacidad para convencer, animar,
motivar, etc., que tan sólo una persona
con una vida equilibrada será capaz de dar lo mejor de sí misma y estar
a la altura a de las circunstancias.
Para que una persona pueda
desarrollarse en todos sus ámbitos y no dejar que el profesional lo termine
absorbiendo todo es fundamental aprovechar
el tiempo al máximo.
Hay que sacarle tiempo al tiempo (el tiempo es un bien escaso que hay que
optimizar).
El tiempo pasa rápido y cada día
cuenta: un día que no se aproveche es un día perdido.
El líder no
se puede permitir el lujo de perder el tiempo.
Vivir
intensamente, aprovechando el tiempo al máximo, no implica vivir aceleradamente.
El liderazgo hay que ejercerlo a lo
largo de toda la vida, es una carrera a largo plazo, por lo que exige dosificar
las fuerzas y no quemarse en un "sprint" alocado.
El vivir
intensamente permite atender todas las facetas humanas (personal,
familiar, social y profesional) y no dejar ninguna de ellas desatendidas.
Aprovechar el
tiempo exige planificación:
El líder tiene mil asuntos que atender
y tan sólo una buena organización le va a permitir poder desenvolverse con
soltura y dedicar el tiempo a lo realmente importante y no perderlo con temas
menores.
Si no lo hace
así, el día a día le terminará absorbiendo, impidiéndole ocuparse de aspectos más
estratégicos, perdiendo poco a poco la perspectiva del largo plazo.
El líder
tiene que saber priorizar: distinguir qué es lo realmente
importante, aquello que demanda su atención, y qué no lo es.
Acto seguido, el líder tiene que saber delegar: es imposible abarcarlo todo.
El líder se centrará en lo esencial y
delegará en su equipo otras obligaciones.
Resulta muy útil fijar al comienzo de la semana (domingo
por la noche o lunes a primera hora) la
agenda de los próximos días:
Señalar aquellas actuaciones que uno
debe realizar, fijar los objetivos que se quieren conseguir a lo largo de la
semana.
La única forma de evitar que los
proyectos se vayan posponiendo y nunca se terminen de abordar.
Por ejemplo: si el líder busca mejorar
su conocimiento de inglés se puede fijar como meta semanal dar dos horas de
clase (empezando esa misma semana, ¿por qué aplazarlo?), fijando en su agenda
día y hora, obligación que respetará escrupulosamente.
Si el líder quiere mejorar la
comunicación con su equipo, fijará, por ejemplo, una reunión semanal (a tal día
y a tal hora) que será de obligado cumplimiento.
Al final de
la semana evaluará en que medida ha cumplido los objetivos propuestos y
en que medida estos le permiten avanzar hacia su meta final.
Aquellos objetivos semanales que no
hubiera cumplido tratará de hacerlo en la semana siguiente, realizando un
esfuerzo adicional con vista a mantener el calendario previsto.
En la planificación de la semana hay
que buscar también tiempo para la
lectura, para el deporte, para el ocio y, muy especialmente, para la familia. De hecho, el líder
debe autolimitarse el tiempo que dedica
al trabajo.
No resulta lógico, ni por supuesto
recomendable, estar todos los días en la oficina de 9 de la mañana a 10 de la
noche.
Si el líder se autoimpone finalizar
todos los días a las 7,30 de la tarde (salvo en ocasiones excepcionales),
organizará su jornada y se imprimirá un ritmo de trabajo con vista a cumplir
dicho horario.
Muchos directivos presumen de estar
todo el día en la oficina. Probablemente estén perdiendo el tiempo, además de
estar desatendiendo a su familia, a sus amigos y a sus propias inquietudes
personales.
Características básicas del líder
Muchas son las cualidades que definen al líder.
En esta lección vamos a señalar
aquellas que se podrían considerar básicas
(son necesarias para que exista un auténtico líder), mientras que en la
lección siguiente se analizarán otras complementarias
(contribuyen a realzar la figura del líder).
El líder debe
poseer todas estas cualidades básicas, lógicamente unas más que otras, pero
todas ellas deben estar presentes.
La ausencia de alguna de ellas
dificultaría ejercer un auténtico liderazgo.
Como cualidades básicas señalamos:
Visionario:
el líder se caracteriza por su visión a
largo plazo, por adelantarse a los acontecimientos, por anticipar los
problemas y detectar oportunidades mucho antes que los demás.
El líder no
se contenta con lo que hay, es una persona inconformista,
creativa, que le gusta ir por delante.
Persona de acción: el líder no sólo
fija unos objetivos exigentes
sino que lucha denodadamente por
alcanzarlos, sin rendirse, con enorme persistencia, lo que en última
instancia constituye la clave de su éxito.
El líder no
se contenta con soñar, el líder quiere resultados.
Brillante: el líder sobresale sobre el resto del equipo, bien por su inteligencia,
bien por su espíritu combativo, bien por la claridad de sus planteamientos,
etc., o probablemente por una combinación de todo lo anterior.
Coraje: el líder no se amilana ante las dificultades; las metas que propone son
difíciles (aunque no imposibles), hay que salvar muchos obstáculos, hay que
convencer a mucha gente, pero el líder no se desalienta, está tan convencido de
la importancia de las mismas que luchará por ellas, superando aquellos
obstáculos que vayan surgiendo.
El líder
defiende con determinación sus convicciones.
Contagia entusiasmo: el líder
consigue entusiasmar a su equipo; ellos perciben que las metas que persigue el
líder son positivas tanto para la empresa como para los empleados.
El futuro que ofrece el líder es tan
sugerente que merece la pena luchar por ello.
Esta es una de las características
fundamentales del líder, el saber
contagiar su entusiasmo, el conseguir que el equipo le siga, que
comparta sus objetivos.
Sin un equipo que le siga, una persona
con las demás características sería un lobo solitario pero nunca un líder (el
liderazgo va siempre unido a un equipo).
Gran comunicador: otra cualidad
que caracteriza al líder son sus dotes de buen comunicador, habilidad que le va a permitir
"vender" su visión, dar a conocer sus planes de manera
sugerente.
Convincente: el líder es persuasivo; sabe presentar sus argumentos de forma que
consigue ganar el apoyo de la organización.
Gran negociador: el líder es muy
hábil negociando. La lucha por sus objetivos le exige negociar continuamente,
tanto dentro de la empresa, como con clientes, proveedores, entidades
financieras, accionistas, etc.
El líder demuestra una especial
habilidad para ir avanzando en el largo camino hacia sus objetivos.
Capacidad de mando: el líder debe
basar su liderazgo en el arte de la convicción, pero también tiene que ser capaz de utilizar su autoridad cuando sea
necesario.
El líder es una persona compresiva,
pero no una persona blanda (los subordinados le perderían el respeto).
El líder no puede abusar del
"ordeno y mando" ya que resulta imposible motivar a un equipo a base
de autoritarismo, pero debe ser capaz de aplicar su autoridad sin temblarle el
pulso en aquellas ocasiones que lo requieran.
Exigente: con sus empleados, pero también, y muy especialmente, consigo mismo. La lucha por unas metas
difíciles requiere un nivel de excelencia en el trabajo que tan sólo se consigue
con un alto nivel de exigencia.
Si el líder fuera exigente con sus
empleados pero no consigo mismo no sería un líder, sería un déspota que pondría
a toda la organización en su contra.
Carismático: si además de las características
anteriores, el líder es una persona carismática, nos encontraríamos ante un
líder completo. El carisma es una habilidad natural para seducir y atraer a las personas,
es auténtico magnetismo personal. El carisma permite ganarse al equipo, que se
siente atraído por su líder.
No obstante, hay que señalar que es perfectamente posible un líder sin carisma.
Para una empresa es preferible tener un
líder sin carisma con un alto sentido de la honestidad, que un líder
carismático que utilice la organización en su propio beneficio.
Honestidad: unos elevados valores éticos son
fundamentales para que el liderazgo se mantenga en el tiempo y no se trate de
un simple "bluff" pasajero.
El equipo tiene que tener confianza
plena en su líder, tiene que estar absolutamente convencido que el líder va a
actuar honestamente y no le va a dejar en la estacada.
Si los subordinados detectan que el
líder no juega limpio y que tan sólo le preocupan sus propios intereses,
perderán su confianza en él, proceso que una vez iniciado es muy difícil de parar.
Cumplidor:
el líder tiene que ser una persona de
palabra: lo que promete lo cumple.
Es
la única forma de que el equipo tenga una confianza ciega en él.
Coherente:
el líder tiene que vivir aquello que
predica.
Si
exige dedicación, él tiene que ser el primero; si habla de austeridad, él tiene
que dar ejemplo; si demanda lealtad, él por delante.
El
líder predica principalmente con el ejemplo: no puede exigir algo a sus
subordinados que él no cumple.
Además,
el mensaje del líder debe ser coherente
en el tiempo.
No
puede pensar hoy de una manera y mañana de otra radicalmente distinta:
confundiría a su equipo.
Esto
no implica que no pueda ir evolucionando en sus planteamientos.
Características complementarias del líder
En esta lección destacaremos aquellas otras características del líder,
asimismo importantes, que permiten fortalecer su papel.
Trabajador: el líder debe mostrar una gran dedicación al trabajo, debe
predicar con el ejemplo, trabajar duro, que el grupo vea que está volcado con
la empresa.
Uno no puede exigir
a su empleados mayor dedicación si no predica con el ejemplo.
Pero el líder debe ser capaz de llevar una vida equilibrada, de compaginar su actividad profesional con su
faceta personal, familiar, social, etc.
El líder debe demostrar a sus empleados que
es perfectamente compatible una gran dedicación profesional con una rica vida
privada.
El entusiasmo, la energía, la ilusión que
exige el liderazgo sólo se consigue con una vida intensa, entretenida, variada.
El líder es una
persona que sabe disfrutar de los placeres de la vida.
Perseverante: las metas que fija el líder son difíciles
de alcanzar y tan sólo con un esfuerzo
sostenido se pueden lograr.
Los obstáculos serán numerosos y en ocasiones
pueden flaquear las fuerzas. Tan sólo la perseverancia (una auténtica obsesión
por alcanzar los objetivos) permitirá triunfar en el empeño.
Flexible: las circunstancias son cambiantes, lo que hoy vale puede que no
valga mañana, los colaboradores tienen sus propios criterios y en ocasiones pueden
ser más acertados que los del líder.
El líder que se atrinchera en sus posiciones
está llamado al fracaso, además daría una muestra de soberbia que le llevaría a
perder la simpatía del grupo.
Un auténtico líder
no teme que por cambiar su punto de vista o por aceptar la opinión de un
subordinado esté dando muestras de debilidad. Todo lo contrario,
proyectaría una imagen de persona abierta, dialogante, flexible, pragmática,
que contribuiría a aumentar su prestigio entre los colaboradores.
Autodominio: el líder es el referente del equipo, debe
ser capaz de controlar sus emociones,
especialmente en los momentos delicados; no puede mostrar su abatimiento ante
un suceso negativo (si él cae, la organización se derrumba).
El líder tiene que ser una persona fuerte,
capaz de mostrar serenidad e infundir tranquilidad en los momentos más
difíciles.
El líder determina
en gran medida el estado de ánimo de la organización.
Si el líder se muestra optimista, animado,
con energía, la plantilla se contagiará de este estado. Si por el contrario, se
muestra pesimista, desanimado, preocupado (y lo manifiesta), el ánimo de la
organización se hundirá.
Prudente: aunque el líder sea una persona que asume riesgos, no por ello
deja de ser prudente.
Es el último responsable de la empresa; el
bienestar de muchas familias depende de él, por lo que no se puede permitir el
lujo de actuar de manera irresponsable.
El líder conoce los puntos fuertes y las
debilidades de su organización, respeta a sus adversarios, asume riesgos controlados tras un
análisis riguroso.
El líder tiene que
luchar contra el endiosamiento, entendido como un exceso de autosuficiencia que le puede llevar
a perder la prudencia.
Realista: el líder está siempre con
los pies en el suelo, sabe compaginar su visión del largo plazo con el
día a día, conoce las dificultades que conllevan sus objetivos, el esfuerzo que
exige a los empleados. También conoce sus propias limitaciones.
Justo: el líder debe ser (y
parecer) una persona justa,
tanto en la exigencia como en el reconocimiento, y debe preocuparse porque la
organización así lo perciba.
No puede dar lugar
a agravios comparativos.
El líder debe reconocer los aciertos y fallos
de sus colaboradores de manera objetiva, debe ser igual de exigente con todos y
ecuánime en las recompensas.
Los empleados entienden y aceptan que
se les exija, lo que no tolerarán nunca
será la injusticia.
Humano: el líder es una persona
cercana, próxima , cálida, comprensible. Esta cualidad es básica lograr
no sólo el respeto del equipo, sino también su aprecio.
El ser una persona
exigente y rigurosa, el tener que utilizar en ocasiones su autoridad, no tiene por qué estar reñido con mostrase de
una manera sencilla y natural, preocupado por su gente.
Resulta absurda (y contraproducente) la actitud de muchos altos directivos
(que no líderes) de mostrarse altivos,
fríos, distantes.
Accesible: el líder tiene que ser una persona accesible para su equipo, tiene que
estar disponible para cualquier empleado de la empresa que tenga algo que decirle.
Si quieres que la organización esté contigo,
te tienen que conocer, ver que eres uno más de ellos. Si quieres que te
aprecien tienes que darle la oportunidad de que te traten.
Un líder distante
difícilmente motiva; en el mejor de los casos produce indiferencia y en el peor
origina rechazo.
Humilde: la humildad implica reconocer las propias limitaciones, saber
escuchar y pedir consejos, reconocer los errores que uno comete y los aciertos
de los demás. La humildad no es síntoma
de debilidad, sino de persona realista, con los pies en la tierra. La
humildad ayuda a ganar el respeto del equipo.
El líder que va de prepotente dispone a la
organización en su contra.
Generoso: la generosidad es fundamental en todo líder. Los empleados han
depositado en él su confianza, pero además de interesarles el futuro de la
empresa, les preocupa su situación personal.
La relación profesional no deja de ser una
transacción en la que el trabajador aporta su trabajo a cambio de un salario,
una carrera profesional, un aprendizaje, un reconocimiento, etc.
Si el líder es
exagerado en su nivel de exigencia, debe ser igualmente generoso en las
retribuciones, reconocimientos y premios.
Culto: El líder debe preocuparse por desarrollarse personalmente, por
alcanzar un elevado nivel cultural.
El líder tendrá que tratar con numerosas
personas, hablar en público, presidir reuniones, atender visitas, etc., y en
todo momento debe saber moverse con soltura (es el representante de la
empresa).
El conocimiento es fuente de ideas, muchas de
las cuales podrá aplicar en la gestión de su organización.
Inquieto: el líder es una persona
inconformista, que le gusta indagar, aprender de la gente. Esta
inquietud le lleva a estar permanentemente investigando nuevas alternativa, a
ir por delante del resto.
En el mundo actual, una persona conformista
termina quedándose obsoleta inmediatamente.
Con sentido del
humor:
el humor es fundamental en la vida, siendo especialmente útil en los momentos
de dificultad.
La gente se
identifica con aquellas personas que saben ver el lado divertido de la vida. El líder que abusa de la
seriedad y de los formalismos difícilmente consigue generar entusiasmo entre
sus empleados.
El líder tiene que tener claro que hay
momentos para las formalidades y momentos para cierto desenfado y no por ello
va a perder el respeto de su equipo, sino que, todo lo contrario, conseguirá
estrechar los lazos con sus colaboradores.
Optimista: el
optimismo es contagioso, se expande al resto de la organización. El optimista es una persona que no teme las
dificultades, que ve los obstáculos perfectamente superables; esto le
lleva a actuar con un nivel de audacia que le permite alcanzar algunas metas
que una persona normal ni siquiera se plantearía.
Además, la persona optimista se recupera rápidamente de los fracasos
y tiende siempre a mirar hacia adelante.
En buena forma
física:
el líder tiene que cuidarse, llevar una vida sana, hacer deporte, cuidar su
alimentación, descansar. Es la única
forma de poder rendir al 100% en el trabajo.