lunes, 30 de abril de 2012




Los seres humanos emitimos luz



Es verdad que los humanos tenemos dentro de nosotros una luz, que es la que nos guia en el paso por esta vida, hace falta que obedezcamos esa guia para que todo nos vaya bien, pero este articulo habla de algo muy interesante y es que estamos hechos del mismo material que las estrellas, y sobre todo y aquí es donde viene la razón por la cual he decidido publicar este articulo y es que la zona que más brilla de nuestro cuerpo es el cerebro.
Sobre la luz humana “descubierta” por los japoneses, ella difiere de la radiación infrarroja (qué es una forma de luz invisible – que viene del calor del cuerpo). Los científicos japoneses trabajaron con cámaras muy sensibles, capaces de detectar un único fotón (partícula elementaría mediadora de la fuerza electromagnética). Cinco voluntarios sanos de sexo masculino fueron colocados al frente de las cámaras en cuartos completamente oscuros. La exposición fue realizada de tres en tres horas durante 20 minutos – de las 10 a las 22 horas – por tres días. En el estudio se verificó el hecho curioso como dijimos antes, en la región rostro (cerebro) el brillo era más intenso que en el resto del cuerpo.

El ser humano emite biofotones de baja intensidad. Estar hechos de la misma materia que las estrellas tiene sus consecuencias y una de ellas es que los seres humanos emitimos luz. Aunque esta luz es invisible para el ojo humano, científicos japoneses han comprobado que el cuerpo humano produce biofotones como resultado de su metabolismo energético.

Científicos del Departamento de Electrónica y Sistemas Inteligentes del Instituto Tohoku usaron una cámara criogénica CCD sensible a emisiones fotónicas súper débiles, descubriendo que el cuerpo humano produce pulsos rítmicos de luz y es el rostro el que emite una mayor cantidad y más constante de biofotones (resplandor del rostro que, en el arte de la Edad Media, se representaba en la aureola angelical).





También notaron que existe una mayor emisión luminosa durante la tarde en contraste con la mañana y la noche, lo cual probablemente se deba a cambios en el metabolismo, algo que puede ser observado en las especies activas basadas en el oxígeno. Asimismo, sujetos que habían sido privados del sueño marcaron una menor luminosidad —de ahí que, quizá, dormir bien sea brillar más.


Sería interesante investigar hasta qué punto la producción de luminosidad humana, aunque invisible para el ojo humano en condiciones normales, podría estar relacionada con la visión áurica que algunas personas dicen tener: perciben colores cambiantes según el ánimo y la energía de una persona, como una capa distintiva de su personalidad (fenómeno que llaman “traje espacial de luz”).

El científico canadiense Jeremy Narby, que investigó la etnobotánica de indígenas de la selva amazónica, cree haber encontrado una relación entre los biofotones emanados por el ADN y los descubrimientos medicinales de los chamanes, quienes aseguran obtener su información a través de la comunicación con ancestros luminosos. Algunas de estas comunidades indígenas han logrado descubrir combinaciones de plantas que actúan como agentes químicos que a través de un método tradicional de prueba y error tardarían millones de años en encontrar, tal es el caso del curare.

El ADN emite fotones al intercambiar señales de célula a célula en un rango de distribución espectral de 900 nanómetros (infrarrojo) a cerca de 200 nanómetros (luz ultravioleta), justo en el borde de la banda visible del ojo humano. Narby plantea que posiblemente los chamanes o curanderos logran acceder a un nivel de información bio molecular a través de las tecnologías de la conciencia (como la ayahuasca) y relaciona las representaciones de la serpiente helicoidal como fuente de la creación (Génesis: la serpiente que aletea en el agua primordial) compartida en muchas culturas con la estructura del ADN: la serpiente del código cósmico.




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